Universidad Católica necesita la capacidad e identificación de sus históricos puestas al servicio de un mejor futuro. No puede privarse de la experiencia, categoría internacional y visión futbolística que le brindarían desde diversos puestos de trabajo ídolos como Alberto Fouillioux, Ignacio Prieto, Ricardo Lunari, Gerardo Reinoso, Juvenal Olmos y Patricio Toledo.
En varios clubes del mundo, los privados acercan a jugadores emblemáticos de un club ofreciéndoles participación y herramientas administrativas desde un punto de vista deportivo.
¿Alberto Fouillioux sería mejor presidente que Jaime Estévez? Sí, por masacre. ¿Existe algún gerente o asesor deportivo superior a Ignacio Prieto en la concesionaria? No. ¿Puede darse el lujo Cruzados SADP de farrearse un preparador de arqueros como Patricio Toledo? Por ningún motivo.
Gerardo Reinoso y Ricardo Lunari aportarían en equipos de proyección el conocimiento que sólo un campeón de Copa Libertadores e Intercontinental como la vieja o un referente dos veces finalista de Copa Libertadores como el Cadi podrían traspasarle a los más jóvenes. En este momento existe un abismo entre el directorio, que es absolutamente ignorante en materia futbolística, y los estamentos técnicos de cada división del fútbol cruzado.
Con una mirada experta en el seguimiento de posibles refuerzos no se cometerían errores como la contratación de Roberto Ovelar y Matías Pérez, por ejemplo. ¿Cómo podría equivocarse Ignacio Prieto entonces? Él eligió a los mencionados Reinoso y Lunari tras seguimientos extensos y detallados tanto en el aspecto deportivo como social, él formó a Mario Lepe, Patricio Mardones, Juvenal Olmos, Rubén Espinoza, Patricio Toledo, entre otros jugadores cruzados.
Ignacio Prieto está vigente y realiza un trabajo formativo en Magallanes que en Universidad Católica ahorrarían recursos. Fue homenajeado hace poco en Francia en una reunión donde asistieron formadores de toda Europa, no podemos desperdiciarle. La concesionaria ya cuenta con Nelson Parraguez y Andrés Romero. Sumemos a personas que den consistencia a un proyecto deportivo ganador. La plata que gastaste en Ovelar la invertías en Alberto Acosta formando delanteros y tendrías dos o tres definidores de estirpe en cada categoría. Otra proporción del dinero lo gastas en Sergio Fabián Vázquez y tus centrales vendrían con un rodaje que hoy no poseen. Hoy ese dinero se lo llevan Carlos Bueno, empresarios e intermediarios.
No es lo mismo un modelo de negocio (formar jóvenes y venderlos tras potenciarlos con jugadores a préstamo) que una meta o propósito deportivo (Ganar un título internacional a mediano plazo o reforzarse a consciencia para la consecución de abundantes logros en el plano local). Esas diferencias no pueden o no desean notarlas Jaime Estévez y Luis Felipe Gazitúa, dueño de una opinión predominante en el directorio actual.
¿Saben cuál es el problema? Los dirigentes temen a los ídolos y referentes que poseen la personalidad y peso suficiente en Universidad Católica para contradecirles. No desean expertos en sus áreas sino funcionarios. Les llaman para los Aniversarios, pero no les contestan el teléfono si presentan proyectos. La historia de Universidad Católica, su hinchada y quienes mojaron la camiseta merecen más. Se escudan en la experiencia de Mario Lepe al mando del equipo, sin embargo deberían adjudicarse su proporción de culpa: Como en el fútbol hay especialistas, también fuera de la cancha hay roles, existen técnicos para el primer equipo y formadores. Corresponde a un hombre entendido decidirse por una u otra alternativa para la dirección técnica según el proyecto deportivo.
Por ejemplo, Juvenal Olmos – campeón con un plantel sin grandes precios en el 2002 -, Eduardo Berizzo o Gerardo Martino podrían sentarse en la banca en el futuro, o mencionemos al propio Martín Lasarte para asociarlo a la contingencia, sin embargo, al margen del entrenador de turno, Alberto Fouillioux o Ignacio Prieto no podrían concebir un club cruzado que no aspirase a lo máximo. Ninguno de ellos sobaría el lomo a un estratega que consiguiera un segundo puesto en un torneo local o que ganara a un equipo mediocre pasando angustias por una hora o cuarenta y cinco minutos.
Ese amor por la camiseta no está presente en Jaime Estévez y Luis Felipe Gazitúa, nos hace falta para enfocarnos e ir por la gloria. Que vuelvan los grandes.
En varios clubes del mundo, los privados acercan a jugadores emblemáticos de un club ofreciéndoles participación y herramientas administrativas desde un punto de vista deportivo.
¿Alberto Fouillioux sería mejor presidente que Jaime Estévez? Sí, por masacre. ¿Existe algún gerente o asesor deportivo superior a Ignacio Prieto en la concesionaria? No. ¿Puede darse el lujo Cruzados SADP de farrearse un preparador de arqueros como Patricio Toledo? Por ningún motivo.
Gerardo Reinoso y Ricardo Lunari aportarían en equipos de proyección el conocimiento que sólo un campeón de Copa Libertadores e Intercontinental como la vieja o un referente dos veces finalista de Copa Libertadores como el Cadi podrían traspasarle a los más jóvenes. En este momento existe un abismo entre el directorio, que es absolutamente ignorante en materia futbolística, y los estamentos técnicos de cada división del fútbol cruzado.
Con una mirada experta en el seguimiento de posibles refuerzos no se cometerían errores como la contratación de Roberto Ovelar y Matías Pérez, por ejemplo. ¿Cómo podría equivocarse Ignacio Prieto entonces? Él eligió a los mencionados Reinoso y Lunari tras seguimientos extensos y detallados tanto en el aspecto deportivo como social, él formó a Mario Lepe, Patricio Mardones, Juvenal Olmos, Rubén Espinoza, Patricio Toledo, entre otros jugadores cruzados.
Ignacio Prieto está vigente y realiza un trabajo formativo en Magallanes que en Universidad Católica ahorrarían recursos. Fue homenajeado hace poco en Francia en una reunión donde asistieron formadores de toda Europa, no podemos desperdiciarle. La concesionaria ya cuenta con Nelson Parraguez y Andrés Romero. Sumemos a personas que den consistencia a un proyecto deportivo ganador. La plata que gastaste en Ovelar la invertías en Alberto Acosta formando delanteros y tendrías dos o tres definidores de estirpe en cada categoría. Otra proporción del dinero lo gastas en Sergio Fabián Vázquez y tus centrales vendrían con un rodaje que hoy no poseen. Hoy ese dinero se lo llevan Carlos Bueno, empresarios e intermediarios.
No es lo mismo un modelo de negocio (formar jóvenes y venderlos tras potenciarlos con jugadores a préstamo) que una meta o propósito deportivo (Ganar un título internacional a mediano plazo o reforzarse a consciencia para la consecución de abundantes logros en el plano local). Esas diferencias no pueden o no desean notarlas Jaime Estévez y Luis Felipe Gazitúa, dueño de una opinión predominante en el directorio actual.
¿Saben cuál es el problema? Los dirigentes temen a los ídolos y referentes que poseen la personalidad y peso suficiente en Universidad Católica para contradecirles. No desean expertos en sus áreas sino funcionarios. Les llaman para los Aniversarios, pero no les contestan el teléfono si presentan proyectos. La historia de Universidad Católica, su hinchada y quienes mojaron la camiseta merecen más. Se escudan en la experiencia de Mario Lepe al mando del equipo, sin embargo deberían adjudicarse su proporción de culpa: Como en el fútbol hay especialistas, también fuera de la cancha hay roles, existen técnicos para el primer equipo y formadores. Corresponde a un hombre entendido decidirse por una u otra alternativa para la dirección técnica según el proyecto deportivo.
Por ejemplo, Juvenal Olmos – campeón con un plantel sin grandes precios en el 2002 -, Eduardo Berizzo o Gerardo Martino podrían sentarse en la banca en el futuro, o mencionemos al propio Martín Lasarte para asociarlo a la contingencia, sin embargo, al margen del entrenador de turno, Alberto Fouillioux o Ignacio Prieto no podrían concebir un club cruzado que no aspirase a lo máximo. Ninguno de ellos sobaría el lomo a un estratega que consiguiera un segundo puesto en un torneo local o que ganara a un equipo mediocre pasando angustias por una hora o cuarenta y cinco minutos.
Ese amor por la camiseta no está presente en Jaime Estévez y Luis Felipe Gazitúa, nos hace falta para enfocarnos e ir por la gloria. Que vuelvan los grandes.
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