Cristian Berríos
La acusación de fraude al fisco que enfrenta Raúl Torrealba, ex alcalde de Vitacura y ex dirigente del Club Deportivo Universidad Católica, se contradice con los valores que representa la Orden de los Cruzados Caballeros, creada el 11 de julio de 1990 por el directorio de la Fundación.
Alfonso Swett, presidente del CDUC en aquella época, solicitó al "Tronco", como es conocido Torrealba, que dirigiera la rama de fútbol. En 1991, tras la obtención de Copa Chile, Swett explicó a la prensa que el rol de Torrealba era el de un gerente rentado.
Era conocido en el mundo del deporte y la política. Jugó rugby por Country Club, fue vecino de José Miguel Insulza y tenía amistad con Jaime Estévez. Sí, el mismo ex presidente de Cruzados que revisó las cuentas de Sergio Jadue sin encontrar nada extraño.
Con el paso de los años, Torrealba generó confianza entre los dirigentes de la época, distando de la imagen que hoy proyecta por los cargos de asociación ilícita. La fiscalía ha dejado en evidencia múltiples maniobras de malversación de fondos. Es válido preguntarse ¿Quiénes fueron los mentores del "Tronco" en el camino del servicio público? Según sus propias declaraciones, ingresó a la política por solicitud de Andrés Allamand y Evelyn Matthei.
Considerando que los trascendidos de corrupción en Vitacura llevan algunos años, es curioso que Raúl Torrealba aún conserve el nombramiento de Cruzado Caballero. Por el contrario, debería investigarse a fondo su gestión en el club.
En cuanto a la prescripción, la ley a veces suelta la mano de la justicia. También es cierto que la legislación en ese entonces no favorecía la transparencia de la gestión deportiva. Aunque no existiría responsabilidad penal debido a la ausencia de la figura del dolo en los clubes, sería un ejercicio saludable en términos de honorabilidad.
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