jueves, 30 de agosto de 2012

📇 Raimundo Tupper: Desbordando de la tierra al cielo y presente en todas las copas


Cristian Berríos
Publicado en cducatolica.com en 2005
Publicado nuevamente el 1 de marzo de 2006
Actualizado en cducatolica.com en 2009
Publicado nuevamente el 30 de agosto de 2012

En 1987, Raimundo Tupper dio inicio a una carrera de 7 años y medio, un tiempo breve donde bebería de diversas copas y se haría un lugar imborrable en el alma de los hinchas. Ni muriendo mil veces el Mumo será olvidado, porque cuando respiraba y latía su corazón, cuando pudo abrazar a sus padres, compartir con los amigos, cuando se puso La Franja y entró a comerse la cancha, como en La Paz por aquella Copa Libertadores donde sus pulmones fogonearon sin parar hasta que lo sacaron a los 40 del segundo tiempo, Raimundo Tupper nunca supo de traiciones. 

Vivió sólo 26 años. A esa edad Ormazábal y Rozental ya se habían vendido. A los 26 el Mumo ya tenía un título internacional, logro que referentes de la contra como Marcelo Espina y Sergio Vargas no obtuvieron en toda una carrera. 

Jamás faltó el respeto a nadie y su camino quedó sembrado de defensas de Universidad de Chile, Colo-Colo y Saprissa. Para quienes no conocen su carrera, Raimundo Tupper es considerado un mito por su muerte, pero en estas líneas recordaremos que en realidad es una leyenda y nos dejó a los cruzados un montón de alegrías.
En 1987, el Mumo integró el plantel campeón de Católica en Primera División, y tuvo una participación destacada en el Mundial Juvenil donde Chile llegó cuarto. Además levantó la copa del Campeonato Nacional de la categoría con jugadores como Del Canto, Estay, Tudor y otros. En un principio, Raimundo jugaba de puntero clásico, y fue en ese puesto donde siguió sumando experiencia internacional en la Copa Libertadores 1988. Católica enfrentó a Nacional de Montevideo en esa edición. Empatamos en Santiago 1-1. Hubo un gol anulado a Luis Abarca, tras una chilena de Tudor, por “jugada peligrosa", y en el Centenario Marco Cornez tapó hasta el viento, finalizando el encuentro 0-0. 

En esa versión de la Copa se aplicó el gol de visita, y tal como en 1984, ante el Independiente de Bochini, Trossero, Reinoso y Percudani, quedamos fuera sin ser menos que el equipo campeón de la Copa Libertadores.
Por su amabilidad, al Mumo lo querían todos en el ambiente del fútbol. La actuación en el Mundial Juvenil y su incursión en el primer equipo lo convertían en un jugador de gran proyección, y pronto supo lo que era definir un clásico. 


En noviembre de 1988, Católica chocaba ante Universidad de Chile por el clásico de la segunda rueda. El año anterior La Franja había ganado los dos partidos contra los chunchos y el resultado de la primera rueda fue un empate 0-0. Era el segundo clásico para dos mundialistas juveniles: El Mumo y Luis Musrri.
Luka Tudor, cuando aún era Lukas, enfrentó a los 48 minutos a Héctor Díaz, que jugaba de central, contención y delantero, y debió retroceder el balón para Mario Lepe, que a su vez vio libre al Mumo a su derecha. 

Raimundo Tupper se despachó un bombazo al arco de Georgetti, que no atajaba ni un globito con pelota de playa, aunque se estiró más que una luca para almuerzo, fotocopias y tintorrio. Fue un golazo y triunfo para Católica. ¿Otra gracia? Si señores, en el año en que la contra bajó a segunda, los cruzados nos quedamos con el clásico con gol de Tupper. TOMA. 

Y la anécdota imperdible: Tras el partido, Revista Triunfo juntó para una entrevista al Mumo y a Musrri, que al lado de Tupper parecía protagonista de Mea Culpa. Y cuando el hachero decía que “El partido estuvo parejo…”, el Mumo lo dejó haciendo sapitos al declarar: “Un gol fue muy poco para la superioridad de Católica. Debimos hacerles más”.

El Mumo era muy reservado pero amistoso en el grupo. Era fanático de Silvio Rodríguez, y un hombre de inquietudes sociales y opiniones políticas que sorprendían dado su origen acomodado. Apoyó al No para el plebiscito de 1988, participó en concentraciones y fue un activo colaborador de causas sociales, representando a empresas que colaboraban, regalando indumentaria deportiva o financiando algún gesto o actividad con su propio dinero. 

Los hinchas creíamos que lo tenía todo. En 1989, una revista lo fotografió de vacaciones en Viña tomando sol con una polola muy bonita. Por esos años, una empresa ofreció pagar una cantidad de dinero a una institución benéfica por cada gol que Tupper convirtiera, y el Mumo aceptó al instante. 

En 1991, Raimundo Tupper celebró con la Franja la Copa Chile. Bajo la dirección técnica de Vicente Cantatore, entrenador que jamás tuvo una relación fluida con el presidente de la época, Alfonso Swett, el equipo se cohesionó y fortaleció con la potencia de Leo Contreras, la salida limpia de José Del Solar, el quite y apoyo de Mario Lepe y Nelson Parraguez, la magia de la viejita Reinoso y el olfato de gol del argentino José Daniel Percudani. 
Alcanzó los logros más altos de su carrera en los años más difíciles de su vida. Valga como antecedente de su rendimiento a un hombre ajeno a la institución, como Mirko Jozic, ex técnico de Colo Colo y seleccionador nacional 93-94. 


El croata convocó al Mumo por su técnica en velocidad y salida explosiva. Cuando Chile se preparó para jugar un amistoso con Francia en tierras galas, Aníbal Pinto, arquero en ese entonces de Melipilla, conversaba con otros jóvenes sobre sacarse fotos “y pedirle un autógrafo a Jean Pierre Papin”, estrella del AC Milano. El Mumo les frenó en seco: “Vayan y háganle un túnel, olvídense de los autógrafos” .

En ese mismo viaje, los jugadores nacionales debían llenar un formulario en el aeropuerto. Allí les preguntaban por su religión. Luka Tudor escribió “Católica”, y Aníbal Pinto, que tiempo después sería arquero de la vocal, puso “Melipilla". Más allá de la anécdota, aquello habla de las desigualdades sociales y culturales contra las que combatía el Mumo. Francia ganó 3-1 y el descuento de Chile da para un cuento aparte.
Iván Zamorano estaba en una sequía goleadora de 8 meses, y había perdido goles sin arquero a dos metros del arco. El presidente de Real Madrid, Alfredo Mendoza, se había comprado unos bototos, y los lustraba esperando el día para empalmar de puntete a Bam Bam. Zamorano no tenía confianza y estaba absolutamente bloqueado. Durante el juego contra Francia, Raimundo Tupper lo habilitó en forma perfecta, y el delantero pudo convertir. Si no fuera por el Mumo, Zamorano no habría sido nada de lo que fue posteriormente.

En la campaña de la Copa Libertadores 1993, Raimundo Tupper abrió las defensas visitantes y encubierto como lateral se complementó perfectamente con la movilidad de Barrera, la explosión de Lunari, y el talento goleador de Almada. Salvo Andrés Romero y Sergio Vázquez en defensa, otros jugadores como Leo Contreras y Daniel López necesitaban apoyarse en una salida expedita y el Mumo cumplió en la Copa una de las campañas más notables de su carrera. 

Sin su cambio de ritmo, aceleración ofensiva, y resistencia, virtudes que sumadas a las actuaciones superlativas de un grupo de humildes transformados en grandes, el equipo que tuvo en las cuerdas a Sao Paulo en Santiago habría estado cortado en dos mitades, y sujeto a los pases largos de “Charly” Vázquez desde el fondo y las subidas de Romero. El Mumo fue fundamental para llegar a la final, y en la obtención al año siguiente de la Copa Interamericana. Fue un obrero veloz y virtuoso que se agrandaba en los clásicos y en el terreno internacional.

Como se dijo en una columna anterior, Raimundo Tupper fue clave para doblegar la marca pegajosa del Saprissa, y conquistó con La Franja el primer título internacional de nuestra historia. El Mumo no daba pausas, soportaba los golpes sin reclamar y cada día crecía en su juego. 

A finales de 1994, Católica, pese a su inmensa superioridad sobre los equipos nacionales, debió jugar la Liguilla Pre–Libertadores, esa vez contó con jueces argentinos, para que Robles, Imperatore y otros no siguieran equivocándose en forma tan extraña, grosera y alevosa. 


Ganamos a Colo-Colo para clasificar a la Copa. Quedó en nuestro recuerdo el desborde del Mumo por la izquierda, y su empalme con borde interno de la pierna derecha para bombear el balón al segundo palo de Marcelo Ramírez, que quedó mordiendo el pasto. Nos habían sacado el campeonato del bolsillo, pero La Franja de Lepe, el Piri, el Beto, el Pipo y del Mumo era gigante.

Raimundo Tupper, el obrero virtuoso, hacía que el cruzado levantara los brazos y encarara a Colo-Colo como triunfador. Perdónanos a todos, Mumo, porque no supimos que con esa sonrisa que te acompañó siempre, con esos abrazos, con la felicidad que dedicabas tu gol a los hinchas, te despedías de todos nosotros, porque la vida te dolía como una herida que no cerraba nunca, pero en la cancha no dudaste en brindarle cada bocanada de aire a Universidad Católica.

Mi recuerdo favorito de Raimundo Tupper es verle tapándoles la boca a quienes criticaban su marca, como si pasar de delantero a lateral fue cosa que Rubén Espinoza o Andrés Romero lograron en un día. Por ejemplo, Luis Pérez nunca quiso ser lateral izquierdo, pese a la insistencia de Ignacio Prieto. 

Fue contra River Plate en la Copa Libertadores 1995, la última competencia continental que el Mumo jugaría. Tengo muy clara la imagen de Raimundo Tupper reventando a Enzo Francescoli en la mitad de la cancha, frente a Tribuna Campeones en San Carlos. Romero barría como una pluma al Burrito Ortega. En mi modesto juicio, los laterales ganaron los duelos y el partido fue 2-1 para nosotros. A Rozental le anularon el 3-1 por un offside inexistente, ahí estaba la lápida para los Millonarios. Sin embargo, cuando llegó el pitazo final, cada jugador cruzado tuvo la satisfacción de ser inmensamente superior al rival durante los 90 minutos.
Cuando la hinchada celebraba el título de la Copa Chile 1995, Raimundo Tupper estaba ahí, y también se presentó dos años más tarde para inclinar la cancha a nuestro favor, ayudar al Beto en su salto, y quedarnos con el título del Apertura 1997. 

En el instante en que Chandía dio el pitazo final ante Rangers en el Apertura 2002, el Mumo vino de paso para ver desde lejos, junto a los cantos de la hinchada, aquella vuelta olímpica de la octava estrella. Bajo los fuegos artificiales, los cruzados recordaban al “Mumo querido”, y yo también pensaba en mi padre, un cruzado de corazón fallecido unos meses antes. Estoy seguro que estaba ahí, al lado tuyo. Doy por hecho, que cuando un hincha grita un Ceatoleí desde el fondo del alma, puedes escucharlo donde quiera que estés y desde el fondo de tu alma asoman los colores de la camiseta.

Raimundo Tupper nos unió a los cruzados y fue, en un momento determinado, el hermano y el hijo que todos los hinchas jóvenes y mayores nos hizo falta, un jugador muy querido que vimos alejarse en Costa Rica. 

Hablan de suicidio los que no saben de la depresión endógena araña el alma, que es necesario gritar por ayuda, y que Dios recibe a quienes pone las pruebas más duras para llevarlos primero a su lado. Sé que cuando saltaste al vacío cansado de la vida que dolía, el propio Dios te tomó en brazos y te acarició la cabeza como a un niño. Mientras los demás sepultaban los restos, sonreías como cuando batiste a Marcelo Ramírez en esa Liguilla. 

Serás por toda la eternidad un cruzado leal en el cielo y estarás vivo hasta que muera el último de nosotros, desde este recodo de un largo viaje te damos las gracias por tanta pasión brindada por La Franja.


1 comentario:

  1. Inentendible, curioso y extraño que no haya ningûn comentario sobre este apasionado y hermoso trabajo, sobre todo lo que significô para la UC ,el MUMO TUPPER y al futbol nacional en general su trayectoria. No soy de la Catolica y , sôlo me interesa levemente el futbol cuando es la ROJA de todos, pero aûn no olvido , donde estaba, que estaba haciendo cuando escuchê por radio esa triste noticia de la partida del jugador. Mis respetos a su nombre.

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