Cristián Berríos
En
1992, Newell’s venció a River por 5-0, Castrilli expulsó a cuatro jugadores de
la banda sangre, y anotaste dos goles e hiciste una asistencia ¿Fue la mejor
actuación de Ricardo Lunari en un partido de los torneos locales del fútbol
argentino?
No sé si mi mejor actuación, pero si la más recordada.
A partir de ese partido Newell’s llegó a la cima del campeonato y no la largó
hasta su consagración.
Con
sus logros Marcelo Bielsa se hizo conocido por su rigurosidad táctica y
análisis de los adversarios ¿Poseía a principios de los 90´ el carisma
necesario para que sus conceptos fueran asimilados sin resistencia en el grupo de
jugadores?
En esa época era un diamante en bruto, que se fue
puliendo de a poco para convertirse, en estos momentos, en uno de los técnicos
más capacitados de todo el mundo. Por supuesto que tuvo algún tipo de
resistencia entre sus jugadores debido a su exigencia máxima, pero esta se fue
diluyendo a medida que los resultados lo fueron acompañando.
Llegaste
a Universidad Católica en 1993 bajo el mando de Ignacio Prieto, campeón de la
Libertadores y la Intercontinental con Nacional de Uruguay. ¿Consideras
indispensable que en la banca exista un bagaje internacional en las instancias
decisivas?
Es fundamental para la obtención de un objetivo tan
grande como fue ese subcampeonato de América, ya que todo aquello que nos
tocaba vivir a los jugadores él ya lo había vivido previamente. Por eso se
anticipaba a los problemas, y nos allanaba mucho nuestro camino. Uno se siente
muy confiado de tener una persona con esa experiencia apoyándote a cada paso.
Antes
de la semifinales frente al América de Cali daba la impresión de que subías tu
rendimiento a medida que las dificultades aumentaban ¿Estabas sacando lo mejor de la galería o en Newell’s habías
insinuado un nivel parecido jugando más arriba?
Yo creo que a medida de que las dificultades aumentaban
la confianza en mi juego, y en todos mis compañeros y equipo de trabajo, se
iban potenciando. Creo, sin lugar a dudas, que lo mejor de mí lo puse al
servicio de ese gran grupo que supo sacar la cara, no sólo por la UC sino por
todo el fútbol chileno.
En
la final contra Sao Paulo, con cincuenta mil personas o más en el Estadio
Nacional, Ricardo Lunari acertó un bombazo desde el patio de la casa de sus
viejos, tras la cordillera, pasando por San Carlos de Apoquindo y Avenida Pedro
de Valdivia. Fue una verdadera explosión. ¿Qué se te cruzó por la mente?
Cuando vi que la pelota botaba y se levantaba no dudé y
saqué el derechazo más famoso de mi carrera, cuando sentí como impactaba al
balón sabía que ni Zetti ni nadie podía parar ese bombazo, porque lo saqué
desde el alma y no iba a permitir que nada impidiera que terminara en el fondo
del arco brasilero. En ese instante, sentí una felicidad enorme porque empezaba
a retribuirle a mucha gente que hizo posible que yo llegara a Católica, y sentí
que no les estaba fallando.
Alfonso
Swett vendió tu pase antes de que finalizara la campaña por el Torneo Nacional.
Al margen del beneficio económico ¿Te sentiste exiliado de la franja en un
momento donde te convertías en estandarte?
Lo que quiso hacer don Alfonso fue mantenerme en el
equipo. Por eso habló conmigo prometiéndome elevar mi contrato y pedir una suma
exagerada para que los mexicanos dijeran que no. A pesar de que la Cato había
pagado 300.000 dólares por mi pase, les pidió 900.000 dólares, una cifra que
ninguno de nosotros pensamos que pagaría el Atlas, pero atrás de todo esto
estaba la determinación de Marcelo Bielsa de llevarme a como diera lugar.
Cuando don Alfonso me llamó para decirme que se había arreglado mi pase, me
comunicó su tristeza y el sentimiento en mi casa no era de alegría sino de una
muy profunda resignación, pero en el fondo de mi corazón sabía que algún día
volvería a la tienda cruzada.
A
mediados de 1995, declaraste en el programa “La
Gran Sintonía Cruzada” de Radio Corporación que elegías a la franja por
sobre cualquier equipo en el mundo. ¿Cuánto tiempo tardaste en darte cuenta que
Pellegrini te había traído para bajar la presión de una hinchada que te pedía a
gritos?
Cuando Manuel me llamó a México para decirme que me
quería de vuelta en la UC, pensé que el corazón me iba a estallar de felicidad.
Si bien sabía que algún día volvería, nunca pensé que mi retorno iba a ser tan
pronto. Me dijo que necesitaba un ocho
y que me esperaba con ansias. Inmediatamente, me comuniqué con Bielsa, y con los
dirigentes, para que arregláramos la situación y, a pesar de que dejaba de ganar
una fortuna para volver a Chile, ya que el contrato era casi la mitad, no dudé
en tomar el primer avión para volver a mi amado club. Lamentablemente, a las
pocas semanas, me di cuenta que fui usado por Pellegrini, y que en ningún momento
sentía aprecio no solo por mí sino por el estilo de mi juego, lo que determinó
mi salida en julio de 1995. En ese momento pensé que nunca más volvería.
¿Existía
conciencia en el plantel de 1995 que la Copa Interamericana obtenida el año
anterior era consecuencia del esfuerzo desempeñado por ustedes en 1993? Lo
pregunto porque Manuel Pellegrini argumenta a la hora de partir en 1996 que su
período había arrojado un título internacional, una Copa Chile y dos liguillas.
Las copas internacionales hay que ganarlas, aunque se jueguen
con rivales inferiores. Yo miré ese partido desde México por televisión, en una
noche inolvidable, y me alegré mucho por ese título porque sabía que ese equipo
ganó gracias al esfuerzo hecho por los jugadores en 1993. Tampoco hay que dejar
de tener en cuenta que la UC jugó esa copa por desistimiento del San Pablo, y
por lo tanto no fue un trabajo tan grande, ya que sólo se jugaron 2 partidos. Pero,
para llegar a esa instancia, en el 93' otros jugadores con otro cuerpo técnico
tuvieron que superar muchos inconvenientes para permitir el título de la
Interamericana del 94'.
A
diferencia de Prieto, que apostaba al juego asociado haciendo énfasis en los
cambios de velocidad y el pique al vacío de los laterales, Pellegrini apostaba
al avance en bloque, con un creador muy marcado, y la triangulación en búsqueda
del espacio en el área. La prensa de la época jamás descubre la diferencia y te
acusa de estar pasado en revoluciones cuando tratabas de combinar y desmarcarte
¿Notaste un desfase con respecto a la dinámica del juego desarrollado en 1993?
Lo que me pasaba en el 95' era que no contaba con la
confianza del entrenador. Como disponía de los últimos 20 minutos de cada
partido, yo quería en ese corto lapso mostrar todo lo que tenía para convencer
al técnico que merecía estar en el equipo. A pesar de estos feos momentos, no
puedo olvidar que le marqué un gol a River Plate, con Francescoli incluido, en
el último minuto. Nos permitió vencer dos a uno. En cambio, en la época de Nacho
Prieto contaba con la confianza y apoyo del mister
y todo resultaba demasiado fácil para mí.
Fernando
Carvallo solicitó tu regreso en 1996 y vuelves bajo el mando de un técnico
ofensivo con un paladar muy técnico en el dominio de balón. Al año siguiente,
el equipo fue reforzado en puestos claves ¿Qué memorias tienes de la campaña
del Apertura 1997 y tu participación en la gran final?
Gracias a Dios tuve la suerte de tener dos técnicos
como el Nacho Prieto y Fernando Carvallo. Aparte de ser de los mejores
entrenadores que conocí en mi carrera, eran seres humanos excepcionales y daba
gusto matarse en la cancha por ellos. Las prácticas eran entretenidas, y con
tanto fútbol que uno no veía la hora de que llegara el momento de entrenar con
esos monstruos. Cada práctica era una enseñanza nueva. En el 97' se formó un
equipazo. Creo que de no haber sido por el problema en San Carlos en un partido
con Audax Italiano íbamos a lograr el bicampeonato, y quedaríamos en la memoria
de todos los cruzados. Fue un honor integrar ese plantel y ganarle la final a
Colo Colo, lo tengo como la alegría más grande de toda mi carrera. Los festejos
de ese campeonato fueron los más placenteros de mi vida, y ese momento del gol fue lo más fuerte que viví dentro de una cancha de fútbol.
¿Tenías
ganas de embarcarte en una nueva aventura en 1998 o fuiste exiliado por la
dirigencia de la época? Hubo casos emblemáticos como el del Beto Acosta donde
él mismo reconoce que lo transfirieron cuando pensaba radicarse en Chile.
Tuve un problemita con un desubicado que se metió a la
salida del camarín en un mal partido nuestro, y lamentablemente había cámaras de
televisión. Las cosas se hicieron públicas, y ese lamentable episodio creo que
empezó a marcar el final de mi carrera como jugador en la UC. En seguida,
apareció la oferta del Salamanca de España, en primera división en esa época, y
los dirigentes queriendo evitar algún problema mayor apuraron mi venta. Había
pensado radicarme en Santiago y retirarme en la Cato, pero lamentablemente no
se pudo dar y me tocó marcharme para nunca más regresar al equipo de mi corazón.
¿Qué te recordaba a la distancia tus días
con Universidad Católica y qué atesoraste en la despedida de Mario Lepe?
Siempre desee volver, con cualquier pretexto, para
poder darme el gusto de entrar al menos una vez más a mi amado San Carlos. Cuando
me llegó la invitación al partido despedida de ese gran amigo y monstruo, Mario
Lepe, sentí que era un premio a tantos deseos míos, a tantas ilusiones por
sentir otra vez el inmenso cariño que los cruzados me tienen, que es reciproco
por supuesto. Cuando volví a entrar a ese bendito templo, se me aflojaron las
piernas por primera vez en mi carrera, y volvieron a mi mente tantos recuerdos,
tantas alegrías, tantos domingos felices. Le doy gracias a Dios por haberme
permitido vivir esa noche maravillosa y le sigo pidiendo que ojalá se repita
algún día.
Finalmente,
si tuvieras la oportunidad de volver al pasado ¿Qué harías distinto y qué
repetirías?
Lo único que cambiaría sería que mi último partido
hubiera sido en San Carlos de Apoquindo, y repetiría todos los gloriosos
momentos vividos con la camiseta número ocho del equipo de mi vida.
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