Cristian Berríos
A
fines de 1997, días después de terminado el Clausura, veía a mi padre muy pensativo.
Obviamente sabía qué le pasaba. Debimos ganar ese torneo. Muchos dirán que en
la vida hay un montón de asuntos más importantes que el fútbol. Ese camino
nunca fue alternativa en mi familia. Tras la final del Apertura que ganamos 3-0,
mi padre rogó que no le sacara en cara el título a mi madre. Creo que no nos
habló en un mes. Volviendo al asunto, intentando reconfortarlo, comenté que ya
ganaríamos un bicampeonato. En buen chileno contestó “Cuando yo haya parado las chalas”. Mi padre luchaba contra el
cáncer desde 1987. Se fue en plena era Wim, mirando con sus últimas fuerzas
partidos donde el equipo que amó toda la vida distaba de sus mejores tiempos.
Él había nacido en 1935 y se hizo hincha antes de que Universidad Católica consiguiera
su primera estrella. Era un hincha incondicional. Fue un extraordinario
futbolista amateur. Nunca me exigió triunfar en nada y contaba con orgullo que
uno de sus hijos era cruzado. Compartimos un ídolo, Alberto Acosta. Al momento
de conseguir la octava estrella quería volver rápido a casa para comentar el
partido. De pronto recordé que nunca más lo vería en este mundo. Mientras la
barra Los Cruzados cantaba con fuerza,
miré al cielo intuyendo que él festejaba. Cada vez que la hinchada canta al Mumo querido también recordamos a
quienes compartieron este sentimiento inexplicable que es llevar la franja.
Apenas
finalizado el partido en el Estadio Germán Becker, Mario Salas hizo una
autocrítica a la altura de las circunstancias. Reconoció que en un principio
fue demasiado ofensivo y eso significó quedar expuesto en defensa. Podríamos sumar
las veces que utilizó jugadores fuera de sus puestos o la gran cantidad de
delanteros con los cuales pretendía dar vuelta partidos, la necesidad de
mejorar su relación con los más jóvenes y otros aspectos que sin duda mejorará
en su desarrollo como entrenador. Sin embargo, tal como es legítimo adjudicarle
responsabilidad en las derrotas, también posee un rol preponderante en este campeonato.
Por ejemplo, en el segundo tiempo disputado en Cavancha, marcó a presión a Mathías
Riquero aniquilando el juego colectivo de Iquique. Probablemente esa fue su
mejor lectura de juego desde que está en Católica. Esa maniobra permitió al
mediocampo cruzado jugar más libre y desequilibrar en ataque.
Para
nosotros los cruzados, el encuentro ante Deportes Temuco definía mucho más que
un título. Pensar que Universidad Católica no consiguió un bicampeonato antes sólo
por la presión revela un desconocimiento de la historia política, social y
deportiva de Chile. Muchos libros acerca del fútbol que hacen los periodistas pocas
veces incluyen situaciones que distan de ser las óptimas en términos de
justicia. A buen entendedor pocas palabras.
Esta
era nuestra mejor oportunidad. Tras un torneo de Clausura que ganamos en forma
justa, aunque muy apretada, y un Apertura donde repuntamos justo a tiempo, el
bicampeonato asomaba como un merecido premio para un equipo que además había
ganado la Supercopa y cuatro clásicos universitarios consecutivos.
Nuestro equipo cuenta con campeones
de América como Cristopher Toselli, José Pedro Fuenzalida y el goleador Nicolás
Castillo, y otros jugadores de nivel como Enzo Kalinski, Diego Buonanotte,
Guillermo Maripán, Ricardo Noir… Futbolísticamente éramos mucho más que Temuco.
Era lógico que el equipo dirigido por Luis Landeros ofreciera un partido
trabado, buscando el famoso uno a uno
en todos los sectores de la cancha. La marca sobre Buonanotte fue rigurosa a lo
largo del partido. Cuando más se requería que cumpliera, Kalinski ofreció una
actuación laboriosa que la trascendencia del encuentro exigía. El volante
argentino estuvo entre los mejores refuerzos del torneo.
En el primer tiempo, faltó
que ganáramos más duelos por los costados. Pese a lo anterior, Fuenzalida tuvo
una opción clarísima en una jugada donde su remate salió desviado junto al
poste derecho de Luis Marín. En ocasiones dividíamos el balón en demasía. Cuando
lo más recomendable era asociarse a ras de suelo, a menudo fue necesario ir al
choque y ganar por arriba. Temuco intentaba desdoblarse en defensa y ataque,
pero sus intentos ofensivos se diluían en la defensa cruzada. Es evidente que
los mejores partidos de Germán Lanaro suelen ser ante atacantes que embisten y
tiene problemas con otros más habilidosos. Ante Temuco nadie podría reprochar su
entrega, pero frente a Colo Colo en San Carlos quizás tuvo su actuación más
baja. En Copa Libertadores, la defensa cruzada necesitará una incorporación de
gran jerarquía.
Faltaba inspiración en
ataque y la solución vendría desde la banda izquierda. Á los 62', un centro de
Alfonso Parot a Nicolás Castillo terminó con un golazo histórico que será
recordado a través de las décadas. El hijo ilustre de Renca merece
convertirse en ídolo para las generaciones del futuro. Fue bicampeón y bigoleador del fútbol chileno. Al joven
que se inició con facilidad de disparo y basaba su juego en la potencia, agregó
capacidad de definición, mejor juego colectivo, experticia en los penales y el
temple para hacerse presente en los momentos críticos. El Nico pidió un penal en la definición de Copa América centenario
ante Argentina. Esta semana venía de una actuación formidable en Cavancha donde
convirtió cuatro goles. A principios de año destacamos la relevancia que
tendría si asumía las responsabilidades de un jugador con su potencial y
cumplió con creces. Veintiséis minutos después de abrir la cuenta, aumentó de
penal dejando el marcador 2-0. ¡Bicampeones! ¡Católica bicampeón ctm! Era un grito con el cual los hinchas rubricaban los muros de una ciudad cualquiera. El carnaval se desató en el sur, Plaza
Italia y donde hubiera una calle o un hogar donde un cruzado estuviera exultante
de alegría.
Universidad
Católica es el bicampeón del fútbol chileno y merece ir con todos los recursos
necesarios a la disputa del tricampeonato. Además representará a Chile en la
Copa Libertadores. Vendrán buenos tiempos para los miles de hinchas que
vibraron en Temuco, en el resto de Chile y el mundo.
Cuando
nos volvamos a ver en un tiempo más, podremos conversar de como crecieron con
nuestra camiseta un Guillermo Maripán, Jaime Carreño o Benjamín Kuscevic, del
talento de Buonanotte y la grandeza de Cristián Álvarez. Probablemente, no será necesario contarte nada y bastará
una mirada antes de fusionarse en un abrazo. Papá, eres bicampeón.
Católica por siempre. Gran columna e histórica por lo demás. Es momento de disfrutar. Gracias!!
ResponderEliminarCEATOLEI!!!!